lunes, 3 de marzo de 2008

Escuela de traductores de Toledo


Sigamos brevemente la historia de su formación. Cuando en el año 529 el emperador Justiniano clausuró la Escuela de Atenas, que era por entonces, el último reducto del paganismo antiguo, los filósofos que enseñaban en ella se refugiaron en Siria y en Mesopotamia llevando consigo los textos de los pensadores y hombres de ciencia de la antigüedad helénica. Dichos textos empiezan a ser traducidos del griego al sirio. Luego, cuando se produjo la expansión árabe, estas versiones sirias fueron traducidas a su vez al árabe, y estos textos traducidos al árabe fueron llevados a Sicilia y a España. En Sicilia fueron traducidos al italiano y en Toledo al castellano. Estas últimas versiones fueron traducidas al latín,y en esta lengua pudieron hacer su entrada oficial a las universidades, en particular a la Universidad de París.

Pero, sin duda, el centro de traducción más importante del mundo cristiano es Toledo. A partir del 1126 la ciudad se transforma en el foco de la cultura occidental, gracias a la fundación de la escuela de traductores por el obispo Raymundo de Sauvetat, que aprovechó el rico material bibliográfico de las bibliotecas de al-Andalus.

Este singular proceso de encuentro cultural entre los cristianos mozárabes y los cristianos del norte hará posible la recepción en las escuelas y universidades latinas de una parte importante del corpus filosófico greco-árabe.

Las primeras obras traducidas del árabe no fueron obras filosóficas. La medicina, las matemáticas, la astronomía, habían tentado la curiosidad de Constantino el Africano, de Gerberto, de Abelardo de Bath, de Platón de Tívoli, antes de que se soñase pedir enseñanzas filosóficas a infieles como Alfarabi y Avicena. El honor de esta tentativa, que había de tener tan decisivo influjo en la suerte de Europa, corresponde a Raimundo, arzobispo de Toledo y gran canciller de Castilla de 1130 a 1150. Raimundo forma en torno suyo a un colegio de traductores, a la cabeza del cual se halla el arcediano Domingo Gundisalvo o González Domenicus Gundisalvi. Varios judíos, entre los que el más conocido es Juan Avendeath o Juan Hispano, trabajaban bajo sus órdenes. Así, desde la primera mitad del siglo XII, eran conocidas de los latinos las más importantes obras de filosofía árabe

Juan Ben David o Juan de España, fue un judío convertido que trabajó con Gundisalvo. Tradujo a Alkindi, Avicena y Algacel. Pero, el traductor más importante fue Domingo Gundisalvo o Gundissalinus, que tradujo, entre otras obras, el Liber scientiis de Alfarabi, el De intellectu de Alkindi o la Metafísica de Avicena.

Para entonces los textos filosóficos estaban casi en su totalidad vertidos al árabe, lengua desconocida por los monjes cultos, como el propio Gundisalvo. Por ello, se requiere un mediador, que será habitualmente un judío que habría permanecido en el mismo territorio, primero bajo dominio árabe y luego cristiano. En el caso de Gundisalvo es Juan Ben David, quien puede leer directamente el texto árabe y proferir oralmente su traducción pero no al latín, lengua culta que desconoce, sino a la lengua vulgar que utiliza entre los cristianos con los que convive (me singula verba vulgariter proferente). Por fin, Gundisalvo puede efectuar una segunda conversión desde la lengua romance vulgar que escucha, al latín que transcribe en el texto manuscrito (et Dominico Archidiacono singula in latinum convertente). La lengua romance, por tanto, servía únicamente como vehículo de transmisión oral, y no quedaba fijada por escrito.

Así es como la ciudad de Toledo se erigió como el intermediario de las culturas orientales y occidentales. Con la traducción de las obras árabes, la filosofía tuvo un gran impulso ya que se contó con el conocimiento de las obras de Aristóteles, además de filósofos neoplatónicos, así como el trabajo de filósofos árabes tales como Avicena, Averroes y Alfarabi.

Por su interés os recomiendo la siguiente lámina sobre Alfonso X el Sabio y esta otra del Beato de Liébana.

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